LA VIDA SOÑADA DE LOS PACÍFICOS.
Zoé Valdés.
Lo mejor que tuvo el concierto por la Paz de Juanes fue lo malo que estuvo. Empezando por el público, lo que ya sabíamos, aunque con una variante; parece que ya hasta los militantes comunistas cubanos escasean tanto en la isla, que tuvieron que llenar los primeros kilómetros de militantes chavistas venezolanos. Era fácil darse cuenta, un militante cubano, por muy castrista que sea sabe menearse de la cintura para abajo, y no anda en esa huevonería de menear las manos como una ola de un lado a otro, esas son gallegadas y letrinoamericanadas, el buen militante castrista si algo bueno tiene es que patón no es. En los círculos de la juventud y del partido están comprendidas las clases de casino. Todos se hacen buenos casineros desde chiquiticos, en la discoteca del Comodoro decomisada al dueño gallego, o en la discoteca de turno decomisada al comemierda de turno. El entrenamiento para ser tronco e’ chivatón acontece en las discotecas, mientras fumas, bebes, y bailas. Ya lo sé, nada que ver con el espía de La vida de los otros, aquella película alemana, donde mientras el chivatón grababa a los artistas que escuchaban a Chopin (no recuerdo si era Chopin, pero sí que era música clásica y Chopin me viene como anillo al dedo), él lloraba emocionado a lágrima viva. Nosotros no tenemos a Chopin, tuvimos a Chepín Chopen, y como Moscú no cree en lágrimas, en lugar de llorar, para expresar nuestras penas, bailamos. Nos viene desde la época de la esclavitud, era lo que hacían los esclavos en los barracones. Sólo que la ración de comida que les daban los capataces era mucho más copiosa que la de la libreta de racionamiento actual (desde hace 5 décadas). Pero vivimos tiempos de crisis en que hasta la esclavitud ha ido degenerando.
El cubano debe de saber tirar y tirar bien, era una consigna, que ahora ha cambiado por: el cubano debe de saber bailar y bailar bien (bailar puede querer decir en el argot muchas cosas: uno se puede bailar a una chiquita, o sea templársela, o bailarse un plato de chícharos, o sea comerse un plato de granos concentrados, o bailarse a alguien, este término puede querer decir que chivateaste a alguien o que lo mataste). Pero lo que es bailar, mover el fambeco, todos los cubanos, en su gran mayoría, saben hacerlo. Las únicas excepciones son los Castros, gallego uno y chino el otro.
Las banderas cubanas brillaron por su ausencia, salvo una o dos, todas las demás eran venezolanas. El periódico El Mundo publicó ayer una foto donde confundía la bandera de Puerto Rico con la de Cuba, estamos mejorando, diría Juan Abreu; ya ni siquiera nos reconocen por la insignia nacional.
Los venezolanos que inundaron la Plaza de la Revolución, que ya ni siquiera es una plaza cubana, como el aeropuerto donde ondean dos banderas: la cubana y la venezolana, ya lo mostró Plutarco en El Imparcial Digital, se movían fatal, se les notaba el petróleo por encima de las ropas, estaban bien comidos. Tan bien jamados estaban que los raros militantes cubanos que se hallaban junto a ellos apenas atendían al concierto. No sabían qué cosa tumbarles, aunque fuera a mordidas, un trozo de carne.
El concierto fue espantosamente mediocre; pero a los ojos del mundo o de la gran mayoría, aparecerá como bueno, bondadoso, etc. Hubo cientos de miles –ellos creen que eso es el pueblo cubano-, la plaza de la Robolución se llenó a tope, lo que estaba previsto. Se cantó, se aplaudió, se vitoreó, y todo era blanco. Tan blanco era que parecía aquella película de Jim Carrey donde Dios lo interpretaba el actor Morgan Freeman, un negro vestido de punta en blanco, metido en un decorado puramente blanco, puesto que se encontraban en un supuesto paraíso celestial. Bien, ayer, Juanes y sus compinches se encontraban en un contexto parecido, en pleno infierno celestial.
No me porto caprichosamente cuando digo que el concierto fue malo. Primero, las pausas fueron extraordinariamente largas, contando las que hicieron Amaury Pérez Vidal y Cucú Diamantes con Yerbabuena. Cada actuación de éstos fue un una pausa encorchetada. Amaury Pérez Vidal es un buen letrista, sin duda alguna, con melodías melcochosas, voz gangosa (no de ahora de viejo, siempre la tuvo así), y la escena y él están divorciados. Pero lo peor fue Cucú Diamantes, voy a salir de ella rápido, lo intentaré. Yo no sabía que esta señora era tan puñeteramente mala. Voz ninguna, ritmo atroz, pero ¡ni siquiera afina! Por otro lado, yo esperaba, con ese nombre, no sé, toparme con un mujerón despampanante. La chica sabe producirse, se acoteja bien la ropita de Berlington, los pulsitos, aunque el diamante en forma de bindi entre las cejas parecía una linterna de minero. De cucú nada de nada, más bien sobre lo planchadita. Eso sí inauguró un bailecito, el del pestillo: abre y cierra el pestillo, p’acá y p’allá, con sigilo, no sea que el Comité aceche. Creo que fue ella la más politizada a favor del régimen, que el mundo se abra a Cuba, susurró con tono de papisa. Lo que aún no comprendemos si era un desafío al Vaticano ante su negativa a aceptar mujeres para el puesto de Su Santidad. Es probable que lo haya dicho por esa cosa del Vaticano. Ahora, Yerbabuena sigue siendo un grupo formidable, otro gallo hubiera cantado si la Negra Laugart hubiera puesto ese galillo sagrado en el cielo azul cubano. Pero “no está, se fue”, como diría la canción.
Dios y Celia Cruz castigan sin piedras y sin palos, la Tañón perdió la voz. La verdad es que no sé si la tuvo alguna vez, porque en épocas de crisis parece que también se ponen de moda las cantantes afónicas. Estaba afónica, y lo subrayó diciendo que no importaba que se le fueran los “gallitos”, que ella estaba allí por la buena voluntad de la paz, y la bendición de su padre que tiene 90 años y de su madre, y de dios, y de la virgen, y de… no sé, en ese instante me despertaron mis ronquidos.
Pasemos de Aute y de Víctor Manuel, dos ceros a la izquierda, realmente. Ni siquiera me enteré lo que quisieron decir. Ah, lo mejor estuvo cuando el segundo habló de la memoria histórica. ¡Coñó, y nadie le recordó su canción al Generalísimo Franco! Ni siquiera Bosé. Aunque lo más sublime fue cuando acunó una banderita venezolana, creyendo, estoy segura, que era cubana.
A esas alturas del concierto, todavía nadie había pronunciado la palabra libertad. Dos lo hicieron, el payaso italiano, en inglés. Y Miguel Bosé, dentro de la letra de una canción. Lo más audaz de Bosé, o eso creyó él, fue cantar Amante bandido. Pero claro, han pasado tantas décadas que ya el impacto de esa canción, cuando estuvo prohibida en Cuba, ya pasó, nadie se acordaba de que estuviese prohibida.
En verdad, nadie se atrevió a gritar libertad, ni siquiera, fíjense qué curioso, se pidió libertad para Honduras, ni para Estados Unidos, ni para Colombia, ni para Miami, que es lo usual, ¿no?
Por fin pude echarme unas cuantas canciones de Juanes, aunque en ese mismo momento, su página de Yahoo cancaneó, se encasquilló, y tuve que verlo pixeleado. La televisión francesa y mucho menos Francia han hecho caso de este concierto. Le Monde escribió algo, se trata de Pablo Antonio Paranagua, es la voz en este periódico de todo lo que se trata de América Latina, es brasileño, de izquierdas, y ha viajado a Cuba invitado por el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en numerosas ocasiones; es cierto que organizó muestras contestarías de cine latinoamericano, y ha escrito obras sobre esta especialidad. C’est tout. Bien, a esas alturas, Juanes pixeleado por fin cantó. El más joven del concierto (37 años) también desafina, las letras son como cuando en pleno invierno te vas a duchar y todo el resto de las personas de la casa, familia numerosa, se ha duchado antes que tú, y entonces ese líquido tibiecito lo recibes en la piel como una flemita milagrosa del Niño de Atocha. Pero lo peor, ¡no sabe improvisar! Eso sí, tiene un ceremillal de Grammy’s; lo que es cantar no canta, pero lo que son Grammy’s, ya me han soplado que, cuidado con lo que digo, que Grammy’s tiene para comer y para llevar. No me extraña Cucú D. también fue nominada. No sean mal pensados, por el culo seguro que no fue.
Ñico Membiela no tuvo ningún Grammy’s y cantaba y componía mejor que todos ellos juntos, así como Osvaldo Farrés.
Abreviemos: Silvio cantó Ojalá, y ¡no llovió, tú! Ese fue el primer milagro del concierto. Como dice César Reynel Aguilera, muerto Papito Serguera, el censor de turno de los Castro, el público extranjero, o sea, el exilio, pudo haber interpretado que se la cantó al Muerto enVida, al Coma Andante. Silvio es un gran poeta, siempre me decía a mí misma. Ahora añado, que firmó una carta donde se pedía el fusilamiento para tres jóvenes negros –junto con QuijáEscaparate-, y que le hizo la vida un yogur a Mike Porcel. Sin embargo, Mike Porcel declaró el otro día en Oscar Haza que sí que Silvio le había hecho todo eso, pero que Amaury era su amigo porque no le hizo mítines de repudio –o sea, que haya firmado la carta aprobando los fusilamientos igual que el otro- para Mike no es cosa como para considerarlo su enemigo. Hay que decir que este exilio es recalcitrante, señores.
X Alfonso y familia intentaron h-ojo-menear a otro Mike, al Jackson; de forma deslavada, porque ya sabemos que en Cuba: Black no es White. Los White en Cuba están en el poder. Los Black en las cárceles. Ni una mención a los presos políticos, mucho menos a las Damas de Blanco. De las que ya, apropiándose del símbolo, desvirtúan de alguna manera la labor por la paz, realmente pacífica, de estas mujeres. En Argentina, las hubieran sacado al escenario, aquí hicieron todo, todo por esconderlas. Y menos mal, digo yo. Con semejantes personajes, las embarradas habrían sido ellas. La agrupación de los Alfonso ha perdido mucho con la llegada del hijo pródigo.
El concierto, hablemos en plata, fue una cagada. Me cuenta un amigo que está en Cuba y que intentó entrar por uno de los tres puntos por los que se permitía, que la policía acordonó los alrededores. Los que podían acceder llevaban un brazalete blanco en la muñeca, un carnet azul (?), más el carnet de militante comunista. Es sabido que las advertencias a los jóvenes, detenciones, y demás, se produjeron horas previas al evento. Pero eso no lo ve el mundo, ni se enteraron Juanes y sus Juanetes y si se enteraron no les importó. Ellos cantaron, y como dijo ese Juan Formell del que hablaré en un instante: “el concierto se dio, duélale a quien le duela”. O sea se defecó olímpicamente en la madre de nuestros muertos.
Van Van interpretó un popurrí de su propia inspiración –diría mi madre- de éxitos antiguos. Yo he bailado muchísimo con los Van Van, me encanta el recholateo de su música. Pero de ahí no pasó, de un recholateo por la paz, y del reto, de Juan Formell, en mejor forma que nunca. O sea, mientras en sus anteriores apariciones se notaba como si estuviera cansado, empequeñecido. Durante el concierto se creció, o sea le salió el ñángara que lleva dentro y que lo autoriza a cualquier indisciplina. Hacia el final del concierto pronunció aquella frase estelar: “el concierto se dio”. Por fin, los diez millones no fueron, pero su concierto sí se dio. Tremendo revés convertido en victoria (para ellos), treinta años más tarde ganaron el reto.
Entonces ahí fue donde el patetismo se acentuó. Juanes, como buen bicho que es, se dio cuenta de que aquello se acababa, y que aún no había dado el mensaje final. Ya pensando en el público que realmente le compra los discos –no, para nada, en el que tenía delante, y toda esa bobería de la paz-; no en el que lo espera en Miami, el que tiene realmente la moña, el juaniquiqui… Y voceó entre unos cuantos países, el nombre de Miami. Juan Formell le quitó el micrófono. Porque ya los cubanos en el escenario advirtieron que el colombiano estaba asegurando el post-concierto, y que él se iba, pero ellos se quedaban. No sé cómo volvió a retomar el micrófono (es lo que más he disfrutado: esa lucha por el micrófono en plena Plaza), y dijo eso tan melosamente graciosito: “Por una sola familia cubana”. Olvidó añadir quién dividió a esa familia. Pero claro, para esa mayoría de la izquierda mundial, los que hemos dividido a la familia cubana hemos sido el exilio cubano, sobre todo el de Miami; es lo que se desprenderá de esa frase tan pendeja. Y luego, suspiró un saludo con cargo de culpa a Los Aldeanos (deberían haber estado muertos de risa) y a Silvito El Libre (después de la entrevista que le dio a María Elvira debemos cuestionarnos su apodo). Me aclara un amigo desde Coral Gables que en el video se nota que una persona le sopla el nombre de Los Aldeanos a Juanes, así como el de Gorki Águila, que ni siquiera fue iniciativa suya. No tengo en mi poder el video, no puedo comprobarlo, de todos modos, gracias.
Bosé lloró, seguramente recordó cuándo fue la última vez… La Tañón también amagó unos pucheros, es probable que haya recordado a Celia. Porque la verdad, lo más mediocre de la noche fue terminar con Chan Chan de Compay Segundo. Unos artistas que piden la paz ni siquiera tienen los cojones de pedir libertad, pero no ya eso, ya sabemos que la palabra libertad estaba terminantemente prohibida. Ni siquiera se atreven a pronunciar una sola palabra: “¡Azúcar!” Y de tararear un estribillo de Celia Cruz. Con lo solidaria que fue esa gran dama de la música cubana y universal con todos ellos. En ese punto, la mediocridad y la cobardía rebosaron el aire de la isla, lo emponzoñaron aún más. ¿Me falta alguien? Ah, sí, Orishas. Creo que soy una excepción en la regla, no me gustaron nunca. El negro está piedra, buenísimo, pero no me gustan como músicos. Yo entre Barbarito Diez y y Tito Gómez, preferí siempre al primero. Entre Habana Abierta y Orishas, me quedo con los primeros; como ven no es cuestión racial, es majaderías de gusto: Habana Abierta tiene cosas que cantar, son buenos músicos, se pasean cómodamente por todos los géneros; mientras que los Orishas son rapperos para franceses con el tímpano perforado.
¿Se me queda alguien? Sí, Carlos Varela. En el mismo camino de Silvio, su maestro, cantautor protesta que ya no protesta. Me agradó, sin embargo, que estuviese vestido de luto, y que enviara un saludo a los exiliados. El Muro, fue lo mejor de la noche. ¡Qué pena que no la cantó él!
Muchos artistas del patio se quedaron fuera de ese concierto, sin contar a los reggaetoneros que son los que mandan en Aquella Isla en estos momentos, y los soneros, y los rapperos. Con los rockeros nunca han contado, de hecho, ni siquiera Juanes mencionó a Porno para Ricardo, lo que estaba cantado que no iría a hacer. Esos artistas del patio no se quedarán con los brazos cruzados. Sin embargo, el pueblo que asistió a la plaza, venezolano primero y cubano después, en el fondo, en lo último del gallinero; tendrá energía para unos cuantos años. Porque eso sí, Juanes y el resto de los circenses, les habrán hecho creer que eso es el mundo, que ellos están ahí porque representan al mundo, y que ese mundo los quiere, los “ama”, tal como ellos son, viven, y se sacrifican.
Bien, que el mundo está muy lejos de ser ellos lo probó el mismo Barack Obama desmarcándose del concierto, horas antes a que éste se iniciara. Por otro lado, el pueblo cubano no es el ejemplo que nos quieren endilgar de resistencia. El pueblo cubano es un pueblo ninguneado, aplastado, reprimido, dividido, y acorralado. Ellos fueron a cantarle a ese pueblo, a sabiendas, así como sabiéndolo han querido legitimar con su arte al gobierno de Raúl Castro, sucesor dinástico de un régimen castrocomunista. Un arte que han vendido como blanco, como apolítico, y más político y más negro no ha podido ser. Ahora, aténganse a las consecuencias.
Algunas personas me han pedido que me retire de este tema, que por qué me invierto sola en este asunto, que otros no lo hicieron. Yo nací sola, nunca hice literatura de taller literario en Cuba, ni terapia literaria de grupos; yo voy por mi camino. Tal vez errado, es probable, con mi posición se me cierran algunas puertas, lo sé. Veremos. Yo estoy en todo mi derecho de opinar. Vivo en un país, Francia, donde los escritores opinan; no se esconden como cucarachas.
Opinar, para algunos, significa lo mismo que “dar perreta”. ¿Y qué? Opinar, aseguran, me hace perder swing, el swing que tuve cuando La Nada Cotidiana. Esa palabra del swing es muy del Vedado, yo soy de La Habana Vieja, yo siempre lo que tuve fue mucho mendó, para comer y para llevar. Eso sí. Con los años es lógico que uno quiera escribir otras cosas, y La Nada Cotidiana, aunque lo piensen algunos, no está tan lejana de mí. Lo probaré en pocos meses, sólo tengan paciencia. Yo no soy escritora de swing, ni mujer de swing. Yo soy escritora y mujer de mendó. Y tengo mi cabeza muy clara; con 50 años resulta cuando menos imbécil querer parecer que sigo siendo la autora de Sangre Azul –mi primera novela- escrita a los veinte años. La lucha contra el tiempo es una lucha brutal, lo acepto; pero es sobre todo una lucha estúpida. El tiempo vence en la mayoría de los casos. La única forma de vencerlo es con la inteligencia. Para el alma, como para el cuerpo, no estoy en contra de la cirugía estética, pero yo prefiero la arruga. Cada arruga de mi frente representa una novela, un poema, un esfuerzo; es lógico entonces que se multipliquen. Negármelo sería arrodillarme antes de tiempo al presagio de la muerte. Y yo me moriré cuando me toque.
Por otro lado, y volvamos al concierto, y sus posibles consecuencias. Ya hemos pronosticado la que tendría en los músicos de adentro que no fueron invitados: no se quedarán de brazos cruzados. La ausencia de Pablo Milanés se sintió. La creación de estos músicos, eso sí (alguien dijo que habría un antes y un después de ese concierto, como si ellos hubieran sido los primeros y los únicos), será más límpida, más fuerte, más bella, más libre. En cuanto a los músicos de afuera, algunos pueden aguardar, y apertrecharse de esperanzas de que los inviten la próxima vez. Fue un concierto tan espeluznantemente aburrido, que algún que otro músico de Miami Beach, al menos ya puede aspirar a que, en breve, lo contraten para profesor –experiencia no les faltará- en la Universidad de La Habana. Ahora, eso sí, con el oído musical del cubano de a pie, le costará su esfuerzo deformar el gusto musical. Porque el mendó de la música nuestra es imposible transformarlo en descarga existencialista.
Juanes, Tañón, Bosé, ya dieron su concierto. Las cárceles siguen llenas, las Damas de Blanco seguirán en su lucha diaria y pacífica por la liberación de sus familiares. Oscar Elías Biscet continúa en una celda tapiada. Pánfilo en un hospital psiquiátrico. Cuba sigue siendo esclava de un régimen totalitario que dura 50 años y meses. Una dictadura que ellos acaban de legitimar con ese concierto, enredando aún más el destino de América Latina. Ahora sigan vendiendo su paz al que quiera comprársela. Y para finalizar, cuando les toque a ustedes, como ya les tocó a los venezolanos, aunque advertidos estaban: “No quiero llanto”. Llanticos, no.
Zoe Valdes
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